Elvis Presley y The Beatles trajeron a la juventud nueva ideas con sus canciones. Todo fue revolución musical, artística y el mundo se inundó de amor libre.
En Argentina dieron el primer paso en América Latina para presentar la Nueva Ola, movimiento que trajo un rock en español, unas baladas con mayor movimiento y cantantes que atraían a las chiquillas de aquellos años que con minifalda y bikinis despertaban pasiones ocultas.
Luis Aguilé, un espigado argentino, cantó rock en español y fue el pionero de la llamada Nueva Ola en Argentina en 1960. Le siguieron figuras como Palito Ortega, Rocky Pontoni, Johnny Tedesco, Lalo France, Violeta Rivas y Billy Cafaro.
En México surgieron entonces figuras como Enrique Guzmán, Angélica María. Alberto Vásquez y César Costa, entre otros.
Colombia no se quedó atrás y apareció una gran figura: el palmirano Harold Orozco Rengifo abrió la puerta a este nuevo formato musical.
En Bogotá y Medellín emisoras originaron espacios musicales para mover esta música. Los locutores y dinámicos hombres de radio como Guillermo Hinestroza, Jaime Ibarra y Carlos Pinzón lanzaron entonces en distintos medios, El club del Clan.
El programa llegó incluso a la televisión y se conviertió en un hit donde nuevas figuras como Óscar Golden, Vicky, Claudia de Colombia, Lyda Zamora, Ana y Jaime, Los Flippers, Los Speekers, Marco Antonio, Pablus Gallinazos y decenas de compositores e intérpretes, surgieron en esos años y que perduraron por décadas.
A todo este movimiento se le denominó como la Nueva Ola.
El vallenato, por su parte, seguía con sus tradicionales canciones y sus géneros musicales, pero la música es imparable y no se detiene ante nuevos ensayos y experimentos.
El mismo Alfredo Gutiérrez, tres veces Rey de la Leyenda Vallenata y dos veces campeón mundial de acordeón, ha dicho que hay vallenato y música sabanera interpretada con acordeón.
Las creaciones de personalidades como el mismo Alfredo, Los Corraleros de Majagual, Calixto Ochoa, Lisandro Mesa, Dolcey Gutiérrez y sobre todo de Aníbal Velásquez que con su “guaracha” movió los corazones y las cinturas de miles de personas irrumpieron en aquellos años sesenta, impulsados por los creativos artísticos de disqueras como Fuentes, Codiscos y Sonolux, principalmente.
Desde luego que muchas de esas canciones no cuajaban dentro del marco vallenato. A eso se le denominó como la Nueva Ola. El gran Alejo Durán al escuchar esos temas comentó sencillamente: “Yo no voy a tocar guaracha”. Y así lo hizo. Es más, en uno de esos magistrales momentos de inspiración creó un paseo que tituló Nueva Ola.
Decía que no sabe lo que le pasa a su negra porque comenta él no es de la nueva ola. “Quiere que toque guaracha yo soy vallenato puro”, canta en su grabación de 1960 con Discos Fuentes.
Lo cierto es que la determinada “Nueva Ola” del vallenato de esos años, era más bien inspiración de músicos con diferentes géneros y que, además, contaron con la difusión nacional y la acogida en Venezuela de personajes como Aníbal Velásquez, Alfredo Gutiérrez y Los Corraleros y en México, recibió con alegría las composiciones y el estilo de Aniceto Molina.
Años después, Carlos Vives hizo un cambio total al vallenato al mezclarlo con pop y con algo de rock. La idea gustó a nivel internacional y artistas como Gloria Estefan quisieron también llevar un estilo vallenato al mundo. Paloma San Basilio hizo del vallenato, una balada muy sentimental, Julio Iglesias lo grabó en francés y alemán.
En los años ochenta y noventa grupos como El Binomio de Oro, Diomedes Díaz, Miguel Morales, Los diablitos, Ómar Geles impusieron un vallenato romántico y después agrupaciones como Los Gigantes, Luis Mateus, Los Embajadores vallenatos, Los Chiches del vallenato y decenas de agrupaciones impusieron un estilo hasta que en el 2005, una camada de jóvenes figuras como Luifer Cuello, Kaleth Morales, Fabián Corrales, Silvestre Dangond, Peter Manjarrés y el mismo Martín Elías llevaron a los seguidores del vallenato algo que ciertos medios de comunicación denominaron como ”nueva ola del vallenato”.
Podría ser una nueva ola, porque el vallenato ha pasado por esa tempestad de creaciones que lo hacen cada vez más grande y por eso se dice que hay que “sentirlo para vivirlo”.